
Después de más de quince años de lucha infructuosa contra la ciudad de Numancia, el Senado Romano manda a Hispania al victorioso general Escipión, que acababa de derrotar a los cartagineses y había sido coronado como triunfador en Roma. Escipión hizo construir una imponente obra de ingeniería bélica para que nadie pudiera entrar ni salir de Numan. Además arrasó los pueblos vecinos para que no pudiera llegarles ningún tipo de ayuda ni alimentos, lo que creó una terrible situación ya que el hambre se convirtió en el más fiero enemigo de los sitiados.
Los numantinos intentaron romper el cerco de mil maneras, pero todo fue inútil. Y la ciudad, ya sin esperanzas, fue llenando sus calles de cadáveres. La leyenda cuenta cómo la decisión de un muchacho valiente marcó el destino de Numancia, impidiendo que Escipión recibiera la corona de triunfador.